Situada en la cima de una colina, a los pies de las montañas del Atlas, Villa E, se funde con el paisaje como si fuera una estructura nacida de la tierra misma.
A medida que nos acercamos, sus sólidos muros de piedra la hacen parecer como una fortaleza medieval en lo alto de una colina, un bastión solitario, rodeado del crudo y agreste paisaje marroquí.
El uso de la piedra Ouriko, de origen local, le da este característico color rojizo a los muros y se ven como una extensión del paisaje.
Con una inteligente mezcla de minimalismo contemporáneo Occidental y las terrosas texturas de la estética marroquí, Villa E ha logrado combinar el diseño de ambas culturas.
Para contrastar la dureza del exterior del edificio, el interior consta de suaves paredes blancas, grandes ventanales y techos altos.
Los baños son dignos de mención. Uno de ellos, parece como si hubiera sido tallado de un sólo bloque de piedra negra.
Mientras que el otro, ofrece unas espectaculares vistas del Atlas.
Abundan los materiales frescos; el hormigón en el comedor y el yeso en las habitaciones.
Al igual que el baño, la cocina parece salida de una losa de mármol negro.
Con el fin de que la casa quede abierta lo máximo posible a las impresionantes vistas del Atlas, las puertas de acero pivotan dentro de los muros.
La influencia marroquí, la podemos encontrar por medio de accesorios y bellos materiales; las tradicionales alfombras Beni Ouarain, la cerámica, los suelos de pizarra locales y los asientos colocados dentro de las paredes, los cuales recuerdan a una casa de té en un zoco del norte de África.
La casa se funde con el paisaje como si surgiese de la tierra misma.
Fotografías: Daniel Glasser y Philippe Garcia.