En las montañas del Himalaya y a más de 3.700 metros sobre el nivel del mar, se alza el Palacio de Potala, una majestuosa estructura que ha sido la residencia del Dalai Lama por más de 300 años.
Horizontes perdidos, una popular novela de James Hilton publicada en 1933, transcurría en un monasterio tibetano en Shangri-La, un paradisíaco e imaginario lugar perdido en el Himalaya.
Sus felices habitantes vivían largas y pacíficas vidas gobernados por sabios lamas. El libro proporcionaba un vislumbre de paz a medida que Europa se precipitaba al horror de la Segunda Guerra Mundial.
Esta maravillosa utopía fue reforzada cuando surgieron por primera vez imágenes del Tibet y su Palacio de Potala. Después de todo, no se parecía a ningún otro edificio en el planeta.
Tibet permaneció casi un siglo cerrado a los extranjeros cuando uno de los primeros occidentales en contemplarlo, Edmund Candler, corresponsal del Daily Mail, comentó:
El Potala ha sobrepasado todas nuestras expectativas. Sus tejados de oro resplandecen al sol como lenguas de fuego
Años después, en las decadas de los 60 y 70, durante la ocupación maoísta, el Tíbet permaneció aún más cerrado.
Donde está el palacio de potala
El Palacio de Potala se encuentra en Lhasa, Tíbet. Lhasa sigue siendo un lugar remoto y misterioso. Durante siglos la lejana visión de sus tejados de color dorado ha significado la bienvenida y el fin de un largo trayecto para viajeros de todo el mundo.
Fue la principal residencia del Dalai Lama hasta que el 14 Dalai Lama huyó a Dharamsala, India, durante el levantamiento tibetano de 1959.
Construido para ser un monasterio y sede del gobierno, ahora no es más que un museo.
Un poco de historia
Mientras que las estructuras más reconocibles fueron construidas en 1645, el lugar ha sido considerado sagrado desde el siglo VII, cuando el emperador tibetano Songstan Gampo construyó por primera vez un modesto palacio sobre un escarpado promontorio para ser utilizado como un retiro de meditación.
Más de 1000 años después, el quinto Dalai Lama, Lobsang Gyatso, ordenó construir el palacio tal como lo conocemos hoy en día, para que sirviera como la sede principal del gobierno. La construcción del palacio se prolongó durante casi 50 años. Fue terminado en 1694.
Durante los siguientes 265 años, sirvió como el palacio de invierno del Dalai Lama, hasta que a principios de 1959, el 14 Dalai Lama se vio obligado a huir a la India.
El palacio por dentro
El Palacio de Potala es una estructura de piedra y madera y se compone de dos secciones principales, el Palacio Rojo, situado en el centro de la estructura y el Palacio Blanco, situado alrededor del Palacio Rojo en forma de dos alas.
Es la gran escala del lugar lo que quita el aliento. Bueno, eso y el hecho de que está construido a 3.700 metros sobre el nivel del mar.
Todo el palacio se compone de una gigantesca estructura repartida en 400 metros de este a oeste y 350 metros de norte a sur. El palacio alberga más de 1000 habitaciones, 10.000 santuarios y 200.000 estatuas.
El Palacio Rojo
La mayor parte de la historia religiosa del palacio se encuentra en el Palacio Rojo, el cual ocupa la parte central.
El palacio rojo está dedicado por completo a los estudios religiosos y la oración y es la estructura más sagrada del Palacio de Potala. Es todo un laberinto de 13 plantas de salas, capillas y santuarios.
Los interiores están cubiertos con una decoración colorida y están llenos de objetos religiosos reunidos a lo largo de los siglos.
El Palacio Blanco
El Palacio Blanco ocupa las partes exteriores que miran al este y oeste del Palacio Rojo.
El Palacio Blanco, que comprende salones, templos y patios, se utilizó principalmente como residencia para el Dalai Lama.
Era su palacio de invierno.
A medida que tus ojos se acostumbren a la luz interior, te darás cuenta de que las superficies están super cargadas.
Es una explosión de color, donde murales pintados y pergaminos que cuelgan visten las paredes con deidades budistas y escenas históricas.
Banderas de tela y bordados representando los «ocho símbolos propicios» cubren los techos y pilares. Gruesas alfombras tibetanas tejidas con lana de oveja del altiplano cubren los suelos y los asientos acolchados donde los monjes meditan todos los días.
Aquí el color lo inunda todo.
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